jueves, 21 de noviembre de 2024


 VAL DE SAN LORENZO.


Invitados por los siete sabios llegamos a Val de San Lorenzo, uno de los municipios de la Somoza, la antigua Submontia. Una de las características más significativas de esta localidad es la fabricación de paños, mantas y otras prendas elaboradas con lana virgen. Val de San Lorenzo es un municipio rico en historia y leyendas, donde las tradiciones populares y folclóricas propias de la región maragata se han mantenido vivas. Aún resuenan los relatos sobre una abuela que descendía del Teleno cada invierno, ataviada con una capa multicolor de lana. Además, existía una curiosa tradición en la que las personas acudían a un santón cuando alguien se extraviaba en el monte o en otro lugar. En tales ocasiones, el ermitaño instruía a las mujeres para que rezaran a fin de descubrir el paradero del desaparecido. Si durante la oración se cometía algún error en las palabras, esto indicaba que la persona podría estar en peligro. Cuantas más confusiones ocurrieran, mayor era el riesgo; y si no se producía ninguna, se consideraba que la persona aparecería eventualmente.
A lo lejos, vienen caminando un abuelo y su nieto, quienes parecen estar inmersos en una animada conversación. El joven le pregunta por qué en la iglesia del pequeño pueblo se encuentra la figura de San Antonio. El anciano le dedica una sonrisa antes de responder. San Antonio es considerado un santo guía y un benefactor. Sostiene al niño en sus brazos y se le recita una oración cuando alguien pierde algo y desea hallarlo de nuevo. Nos sentimos afortunados de tener su imagen bajo el reloj de Antonio Canseco, el mejor relojero de la región maragata. A ambos lados del santo y el niño, hay dos leones que protegen su reposo, representando simbólicamente el sol, el mundo y el ciclo de la existencia. También son un símbolo del oro, y del antiguo pueblo astur que observaba el cielo estrellado, en busca de signos para predecir las estaciones y el futuro.





 VAL DE SAN ROMÁN.

 

El anciano y su nieto avanzan con calma, admirando el paisaje en el sendero que conecta una antigua mina romana con San Val de Román. Mientras caminan, comparten historias sobre lo que ocurrió en este lugar en tiempos pasados. Al llegar a la cima de Val de San Román, donde se encuentra la elegante iglesia, el abuelo sonríe y le entrega al nieto su bastón de roble. El sol marca su camino, y el calor del día modula el compás de la pareja. Sin necesidad de pronunciar una palabra, el abuelo de cabellos canosos hace un gesto con la mano, invitando a su nieto a unirse a él en la entrada del templo, donde busca el agradable refugio de la sombra vespertina. Tras beber un par de sorbos de agua, retoman su animada plática. Entonces, el abuelo le dice al joven: “En este lugar, los astrales Lorenzo y Román se enfrentan en una lucha por la fe, observando las tierras de Somoza, el antiguo territorio astur que fue romanizado a base de sudor, espadas y comercio. Muchos astures, impulsados por las legiones de Augusto, descendieron de las nevadas cumbres del Teleno en busca de conquistar esta nueva tierra." Legiones, que en su afán de equilibrio, buscaron sin descanso el "Decumanus" que proviene de duodecimanus, la línea de las doce horas entre la salida y la puesta del sol, de Este a Oeste. Esta línea geográfica, a modo de nuevo sendero de Anu, de Real Tar de Atón, de camino del barco de Horus, de recorrido del dios Apolo en su carruaje de fuego como cadena de Lugh, fue el signo de alianza entre las ciudades de Éfeso, Roma y el Finis Terrae, el fin de la tierra, el lugar donde según la tradición, el Sol poniente viaja hacia las entrañas de la Tierra para renacer nuevamente al amanecer. Y en un punto de esa sagrada línea se halla San Román. Lugar mágico, cargado de simbolismo y de misterio sobre una pequeña loma iluminada por el sol a la entrada del pueblecito de Val de San Román.
Nuestro santo Román nació a finales del siglo IV en la región de Bugey, en el departamento de Ain, y era hermano de San Lupicino. Proveniente de una familia adinerada, recibió su educación en la ciudad de Lyon, que fue llamada de Lugh, situada sobre las antiguas ruinas del pomerium romano. Ese lugar en la colina de Fourvière, flanqueada por el río Saona, había sido un centro de culto neolítico y un área de enterramiento. En el s. V fue conocido como el monasterio de Ainay y mencionado por Gregorio de Tours como Athanaco o Atanasio, en honor al erudito de Alejandría que se opuso a Arrio. Román estudió bajo la tutela de un sabio vate, San Sabino, hasta que, alrededor de los 35 años, decidió abandonar el monasterio para retirarse en soledad, igual que los druidas lo habían hecho siglos antes, en la poco poblada zona de Condalisco, Condat, donde actualmente se ubica la ciudad de Saint-Claude, en Jura. Las calcáreas montañas del Jura ya fueron refugio de pastores del Neolítico, los ritos chamánicos y druídicos dieron forma con sus ecos a los cantos y rezos de los nuevos cenobitas que buscaron refugio entre sus húmedas cuevas siendo también la morada del abad Román. En esas montañas, el agua omnipresente fue dando forma a un paisaje único, donde se formaron unas asombrosas cuevas subterráneas. En el año 444 el obispo san Hilario de Arlés (401-449) lo ordenó sacerdote. A partir de este primer establecimiento fueron surgiendo otros, llegando a formar una congregación. Román, uno de los llamados padres del Jura, murió el 463 y fue enterrado en Saint-Roman-de-Roche.



 

 
 
 
 

 
Este sábado a las 18.00h en La Comunal, inauguración de la exposición de acuarelas de Juan Ramón Alves Fernández (Juanra).


  https://www.noticiasastorga.es/el-pintor-leones-juan-ramon-alves-expone-sus-acuarelas-en-la-comunal-de-val-de-san-lorenzo/?fbclid=IwY2xjawGsdYxleHRuA2FlbQIxMQABHb4JbOY8KW73unIKzqzRy_AWIHi4V_Y5HFwbJmbzJ4kY3FHC5aPg8ZQyXQ_aem_sLULNn_jiMTYqGjh_cKj4g